EGLN.- Este 30 de septiembre de 2019 se cumplen 9 años del asesinato a Rafael Correa. Se realizará un acto de conmemoración en la Plaza Grande, escoltado por Lenín Moreno y dieciocho edecanes.
Hasta el día de hoy, se desconoce el asesino.
El asesinato se ejecutó a las 10:11 am del 30 de septiembre de 2010 en las Oficinas del Distrito Metropolitano de Quito, en medio de una fuerte protesta policial. Los policías exigían la derogatoria de la Ley del Servicio Público, porque sin ella eliminaban las bonificaciones por ascensos en la carrera policial.
Rafael Correa desafió a los protestantes, porque ellos lo tenían rodeado: "Aquí estoy, si quieren mátenme", dos minutos después un cómplice arrojó una bomba lacrimógena y el asesino disparó a Rafael Correa desde una distancia aproximada de cincuenta metros. Los dos sujetos, escoltados por un grupo de veinte hombres armados, dispararon a quien intentaba acercarse y huyeron en un camión blindado de la Policía Nacional.
A las 10:40, Rafael Correa, herido de múltiples disparos en el lado izquierdo y derecho del tórax, fue trasladado al Hospital de la Policía. Debido a la negligencia del director del Hospital, el doctor César Carrión (algunos creen que también fue cómplice del magnicidio), los médicos no atendieron al presidente de inmediato. Ellos no pudieron hacer nada, debido a la constante pérdida de sangre del mandatario.
A las 11:07 de la mañana el presidente falleció.
A las 12:10 el pueblo indignado por tal noticia fue hasta el Hospital de la Policia, comandado por Ricardo Patiño, para protestar frente al hospital. La gente perdió el control y procedió a incendiar gran parte del hospital, provocando una manifestación histórica con la Policía Nacional que duró cuatro horas.
Alrededor de las cinco de la tarde, habían cien mil personas cerca al Hospital de la Policía y los policías huyeron del lugar, temiendo por su integridad.
A las 18:05 sacaron el cuerpo de Rafael Correa en un ataúd envuelto con la bandera ecuatoriana. La gente cantaba canciones de la revolución ciudadana y lloraba sin piedad.
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